martes, 4 de marzo de 2008



LA SEÑAL DEL RAYO

Aquellos que vean
los blancos y sublimes Rayos
iluminando el flotar de las partículas de polvo,
aquellos que los vean pasar
por una ventana cerrada y una cortina semiabierta
podrán saber que ese es el instante,
el instante sórdido del tiempo,
la prueba real de contemplar cómo avanzan
los caballos de sus carretas
y así la velocidad de sus ruedas:
es la materialización de la Melancolía,
siempre mezclada, siempre una alquimia
con las sonatas de Ludwig Van Beethoven.
Aquí nuestro viaje puede detenerse,
es la llamada incorpórea,
la voz sin sonido,
la ráfaga que apunta hacia tu sombra,
el rayo que sale desde la pulpa
de la palma de una mano antigua:
Lo indestructible. Lo entonces bello.
La mirada Virgen. La maestra Luz.

Rayo que busca la habitación reencarnada,
entras envolviendo la soledad de las viejas casas
y con ellas al Alma que las habita:
Ahí está el cofre, a un rincón del vacío.
¿Podrás alcanzar la cerradura, Señor Dios?
¿¡Podrás siquiera Tú,
detener o transformar los actos mismos
que sacrifican la existencia del ente humano
y su mirar hacia el Rayo – Péndulo
el cual atraviesa precisamente
la misma habitación
de la criatura hecha a semejanza tuya
mismísimo Dios!?...

El grito desgarrador y liberador
cuando es alcanzado el Triunfo y la Victoria
actúa como profunda intuición de clarividencia:
“ Las tropas caminan entre los caídos,
más sangre sigue brotando hacia la Tierra;
espeso es el aire a estas alturas, absurdo.”

Ante aquella inmensidad oscura y majestuosa
confabulo mis culpas con su resplandor.
La Vida se enmarca con espinas a modo de pintura
y la Música que fermenta el azufre,
es señal de que este Rayo fue enviado
gracias a la derrota de las Presencias del Mal.


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