Un violinista
interpretando a algún compositor de fines de 1600, impregnando de auras
y voces fantasmales aquel túnel pinkfloydiano bajo la masa aún mística de la
modernidad y su delirium. Lo mínimo que podía hacer era regalarle mi libro y
las monedas que andaba trayendo. Tengo grabada su interpretación en cassette, y
cada vez que lo escucho, me transporta a una otra vida.
Santiago, 5 de Octubre 2013