miércoles, 19 de mayo de 2010




PARA UN CAJÓN EN EL DESIERTO

Sobre Maestros y Discípulos
cae lentamente la pluma del águila
como póstuma respuesta
al olvido, la memoria y el recuerdo:
un acto rayando el epitafio es la palabra,
una desgraciada confesión al viento,
un peso sideral en los hombros del esqueleto:
Declamación y raíz del insospechado
hombre de columna de espinas
y mente hermética de inteligencia e ignorancia.

Soplen donde refresquen esos vientos ajenos
a nosotros sus mensajes llegarán galopando,
atragantados de amor y de espera rebasados
serán cual hermanos perdidos que se reencuentran
en el triángulo de la esperanza y el tiempo.
Crecidos con la ramificación del sonido
y brotados como la semilla flotada en los bosques
serán ahí, la vibración vegetal del hombre
en sus incondicionales formas
de homenajear el querer.

En algún palomar olvidado te estaré oyendo.
Desde la posible rehabilitación
limpiaré los cajones que alguna vez no vaciaste
y, como alguna vez en el desierto,
te concederé mi honor de terrícola errado
en la soledad ardiente de la carretera resguardado,
con la compañía fría de las animitas, más arrugado.



Porfelius